domingo, 8 de mayo de 2011

Sobre por qué no hay desayuno de domingo y cómo las sobreprecauciones de J nos salvaron la vida

Había una vez un buen padre y mejor hombre –llamémosle J- que luego de bañar a su hijo y ver cómo éste vaciaba el contenido de la bañadera sobre el piso de la cocina (-ampliaremos-) tuvo la buena intención de secar el mismo. Pero hete aquí que este hombre, además de estar lleno de buenas intenciones, es bastante disperso, y al salir al patio de su casa en busca del secador (¿se llama así esto?), notó una pérdida en una canilla exterior. ¿Qué haría él, o cualquiera de nosotros, cuando ve que una canilla del patio, (que no jode a nadie), pierde un poco, considerando que es sábado, son las 8 de la noche, y tenés que limpiar el piso de la cocina? Pues claro, lo OBVIO: ponerse a arreglarla! Recordarán que J sabe un poco de todo y mucho de casi nada en cuestiones hogareñas, pero munido de sus mejores intenciones, se lanzó a la aventura de la plomería.
Después de muchas idas, algunas vueltas, varias puteadas, un par de frustraciones y ninguna victoria fácil y concreta, fui a averiguar qué pasaba. G ya dormía plácidamente en su cuna (-ampliaremos-), y habíamos rechazado 2 invitaciones, pero la noche todavía no estaba perdida…
Fui, decía, a ver qué onda. Le pregunté cuál era la necesidad de resolver en ese momento la situación de una canilla que JAMÁS usamos, qué misteriosa fuerza le impedía dejarlo, no sé, ¿para el día siguiente? J, con su santa paciencia, me explicó que ya no se trataba de la canilla en sí, sino del hecho de que parte de la canilla había quedado en el agujero donde se suponía que iría la canilla y que –blablabla, no sé- toda la casa estaba sin agua y era imposible devolverla sin antes resolver el tema.
Yo, que de plomería sé esto: NADA, tuve una inocente idea. Le dije “J, ¿y qué pasa si probás abrir la llave de paso? Por ahí no pasa nada, y nos estamos haciendo problema innecesariamente…” (sí, le dije innecesariamente, no al pedo, claro, justo). Y él, que es tan bueno, me dijo, “Bueno, mirá, te muestro… vas a ver que sale el agua a chorros de la pared…” Creo, ahora, que lo que yo secretamente quería era precisamente ver cómo salía agua de la pared, esas cosas de boluda que una tiene… Bueno, la cuestión es que J tiró de la llave de paso que estaba en un caño que pasaba sobre nuestras cabezas, con tanto ímpetu que PARTIÓ el caño o algo, no sé, pero de repente la catarata tan pintoresca que yo me imaginaba que iba a ver allá lejos… estaba arriba nuestro, cayendo raudamente! Como J, por suerte, es obsesivo con el tema seguridad en el hogar, en cuanto una gota tocó el enchufe más cercano, el disyuntor cortó la luz. De toda la casa. Ahí vino don Edipo, omnipresente, y yo empecé a gritar “¿Llamo a mi papá? ¿Puedo llamar a mi papá? Ya sé, ¡lo voy a llamar a papá!” Ojo, que tardé casi 7 (SIETE) minutos en hacer efectiva la amenaza y llamar. Papá llegó unos 4 minutos más tarde, cuando la situación ya estaba bajo control: sin agua, sin luz, y con el tanque de agua vaciándose en el garage. Con muuucho cuidado desenchufamos todo lo que había y apagamos las luces, y gracias al súper extra cuidado de J, pudimos reestablecer la electricidad en el resto de la casa, ya que el garage tiene una ¿fase? aparte. ¿El agua? La del garage, ya se secará. La de la casa, sin novedades. Pero por no tener agua por una noche no iba a despertar a G y mudarnos todos a lo de mis viejos. UNA noche te banco sin agua. Y la bancamos.
J estaba tan pero tan angustiado que ni siquiera quiso comer; nos fuimos a la cama y terminamos el día con una copa de Bailey’s a la luz de las velas (de puro románticos, porque ya teníamos electricidad), para relajarnos y ahuyentar las malas ondas (muy hippie).  Mi teoría fue que lo que nos pasó fue una metáfora, nosotros estábamos en cortocircuito (-ampliaremos-), y causamos un ídem. Mi abuela le dijo a J “Nunca la hagas enojar, porque ella con su mente puede causar estas cosas”. Para eso están las abuelas. Para hacernos sentir lindas, flacas, y Carrie.

Cuando esta mañana le pregunté a J adónde íbamos para nuestro desayuno dominical,  sólo me contestó: No tenemos agua. Y entendí que no estábamos para desayuno, costumbres ni tradiciones. Primero lo primero. Y primero está el agua. Pero no sufran por mí, ya está arreglado. Mi plomero favorito no descansa hasta solucionar los problemas que él mismo genera.

Igual, la tradición viene en picada. Lo de hoy, por esto que conté. La semana pasada era 1 de mayo, día del trabajador, por ende tooodo cerrado. Habíamos pensado en ir y armar un picnic en la plaza que tenemos en la esquina, pero hacía mucho frío así que... picnic en el cuarto de Genaro!! Ridículos, I know...

Mate y galletitas. Trés chic.

3 comentarios:

  1. jajaja espero que tus cosas se hayan solucionado perfectamente y que tus ánimos estés de maravilla en éste comienzo de semana!

    Un besito!

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  2. "Para eso están las abuelas. Para hacernos sentir lindas, flacas, y Carrie."
    Excelente frase! jaja

    Un día de estos voy a hacer un post llamado "mi marido y el don de la oportunidad" porque no crea que J es el único que se pone a hacer las cosas menos oportunas en los peores momentos eh, quizás es algo con el género (o con los varones taurinos que se llaman J, porque en eso coinciden ambos también)

    Espero que todo se haya enderezado. Y tb espero los varios "ampliaremos"

    saludos!

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  3. Mili, los ánimos intactos, gracias! Espero que los tuyos también!

    Mate, ¿será lo de la J y Tauro? Mmm yo le apostaría más al género, eh...

    Bella, es simple: ¿vos viste la diferencia entre los desayunos afuera y los que hacemos en casa? Te aguantás, te lo aseguro! :)

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