"Un jueves como cualquier jueves", fue lo primero que pensé esta mañana. Anoche nos habíamos acostado un poco tarde, indignados con lo que veíamos en el partido de River, y G se había despertado varias veces a lo largo de la noche, pero me levanté bastante bien, me sentía descansada. G se despertó alrededor de las 7, J lo trajo a nuestra cama y le preparó una mamadera, como todos los días. Como todos los días, cuando por fin logramos levantarnos 'del todo', cada uno tiene algo que hacer. J se baña, yo preparo el desyuno, me cambio, y entretengo a G hasta que J sale del baño. Hoy me levanté 10 minutos más tarde que siempre, ahora que me acuerdo. Me cambié mientras jugaba con G, él exploraba los confines remotos de la cama y yo lo atajaba. Cuando ya había terminado de vestirme, era la hora del desayuno. Dejé a G en la cama con mis 3 armas infalibles: Baby TV, almohadones a los costados, y mi caja de pulseras y relojes que son el mejor juguete que este bebé puede imaginar. El agua ya estaba hirviendo, así que preparar el té no me llevó más de ¿3 minutos? Como todos los días. Dejé las tazas arriba de la mesa, y me asomé al cuarto. G seguía alternando su atención entre la tele y las pulseras. Tranquilísimo. "No problem", pensé. "Le preparo la ropa para que J lo cambie, y me voy a tomar el té a la cama". Elegí el jogging, el body, la remera. Agarré las zapatillas, y mientras las apoyaba arriba de la cuna, el golpe. ¿Cuánto se puede tardar en reaccionar sobre qué significa un golpe seco cuando hay un bebé solo? Lo que le lleva a ese mismísimo bebé largar el llanto, supongo. Segundos. Milésimas de segundo, probablemente.
"¡Se cayó!" llegué a gritarle a J mientras corría a buscarlo. Lo encontré boca abajo al costado de la cama, de mi lado. No era su primera experiencia en caídas, debo admitirlo. Pero cuando lo alcé y vi sangre, el mundo, o mi cabeza, empezó a girar más rápido. "¡Sangre, J, J, sangre, sangre!" Le abrí la puerta al pobre padre desprevenido, desnudo, asustado. "No es nada, no es nada, tranquila..." La respuesta de manual de cualquier hombre cuya mujer e hijo pelean por quién grita más fuerte. Pero cuando empezó a limpiarle y vio que no era superficial, ni la encía, ni la pavada que creíamos que era, todo su espíritu apaciguador se convirtió en diligencia. "Ponele la campera, apretale este algodón. ¿Tenés el carnet de la obra social?" Sí, sí, y sí, en medio del llanto desgarrador de G, de mis movimientos torpes y temblorosos. Llamé a mi amiga H, compañera del colegio. Fue recién ahí, relatándole a un 3ero lo que acababa de pasar, que lloré por primera vez. Más allá de la sangre, del no saber bien qué le había pasado, tenía que hacerme cargo. Yo lo había dejado solo. Cualquier cosa que terminara siendo, era mi culpa. Yo le había hecho el primer mal, hecho y derecho y para que todo el mundo pudiera verlo, a mi bebé.
Camino al hospital, llamé a la casa de mi mamá. Hablé con mi hermana y le dije que no esperaran a G ni a J, y que en cuanto supiera algo más, llamaba. Entramos a la guardia y en cuanto vieron la situación (y se aseguraron de ver el carnet, aunque no me retuvieron más de un minuto), me mandaron a un cuarto que decía "Triage". Nunca había estado ahí, y no tenía idea de qué significaba. Lo acabo de googlear, y, por si están en la misma que yo, acá les pego lo que dice wikipedia al respecto:
"triage es un método de la medicina de emergencias y desastres para la selección y clasificación de los pacientes basándose en las prioridades de atención, privilegiando la posibilidad de supervivencia, de acuerdo a las necesidades terapéuticas y los recursos disponibles."
Mirá vos, che. Lo de G definitivamente no era de riego de vida, de hecho ni siquiera sangraba para cuando llegamos. Pero eran las 8 am, y tuvimos la suerte de que no había nada demasiado tremendo sucediendo en la guardia. La enfermera de Triage le puso una gasa, una cinta, y nos mandó a esperar al pasillo. En ese ratito, que fue la espera más larga que nos tocó (más o menos 20 minutos), G se dedicó a gritarle a un nene que había cerca, a coquetear con la guardia de seguridad, y a caminar por el pasillo, agarrado de mis manos, en pyjama y medias, como estaba. Típico G, lo que me dejaba más tranquila.
Llegó la pediatra a buscarnos. Miran la herida, nos cuentan que la cirujana plástica ya está llamada (¿¿qué??), pero que, como estaba de guardia pasiva, iba a tardar entre una y dos horas en llegar. Ok, genial. Ahí empezamos a caer en la cuenta de que efectivamente teníamos un niño en pyjama, y, lo que era peor, no teníamos nada para alimentarlo! Nos mandaron a hacer una radiografía de cráneo; pensé que íbamos a tardar un montón pero en menos de 20 minutos teníamos las placas en la mano. ¿Hacer que un bebé de 10 meses se quede quieto mientras le sacan radiografías de frente y perfil? No es la cosa más sencilla del mundo. Pero lo logramos al 2do intento.
De ahí, de vuelta a la guardia. Nos dijeron que estaban con un tema importantísimo (habíamos escuchado: una nena a la que le habían hecho un trasplante de médula ósea 15 días atrás había llegado con 39 grados de fiebre). Nos fuimos obedientemente al pasillo a esperar a la cirujana. Pensé que, si habían dicho 2 horas, íbamos a tener que esperar 3. Por suerte, y por 3era vez en el día, el Hospital Austral me sorprendió gratamente: no habían pasado 10 minutos, y la Dra vino a presentarse. Lo miró, nos reconfirmó lo que ya nos habían recontraconfirmado: necesitaba puntos. Varios.
La herida nacía justo arriba del labio superior, recorría esa hendidura que tenemos hasta la nariz, y se metía hasta el piso nasal. Unas horas después, ya tranquilos y en casa, J y yo nos confesamos que los dos habíamos pensado lo mismo: parecía un labio leporino. No de los casos más extremos, por supuesto. Pero para nosotros, primerizos, impresionables, era terrible.
Yo apelé a mi sentido común. "J, si no te molesta, yo espero afuera. No tiene sentido quedarme y que me tengan que atender a mí en vez de al bebé". Todos estuvieron de acuerdo.
Cuando salí, la Dra le habló a J de las opciones. "Podemos hacerle anestesia total, pero para eso tiene que tener un mínimo de 8hs de ayuno (iba 3), y hacerle todos los estudios, como un pre-quirúrgico. O si no, si te la aguantás, en 10 minutos lo hacemos. Si hay algo que define a J, es su aguante, en todos los sentidos que puedan imaginar. Así que mientras yo seguía hablando por teléfono con gente en el pasillo, llorando más fuerte cada vez que lo oía gritar a él, J lo sostuvo, lo miró a los ojos, trató de calmarlo y se bancó ver no sólo el proceso en sí, sino la mirada en los ojos de su hijo, esa mirada que tanto temo, esa que dice "Papá, ¿por qué estás permitiendo que me hagan esto?". Lo pienso y vuelvo a llorar.
Sigo maravillada ante la valentía de mis dos hombres, mi hijo y mi marido. Tengo tanta, tanta suerte de tenerlos a los dos. Sin J, no hubiese podido atravesar este día. O quizás sí, pero todo hubiese sido tanto más terrible, más aterrorizante, hubiese estado tanto más perdida. J me consoló desde el primer momento, mi liberó de culpa y cargo de entrada, se bancó ese momento horrible, y me abrazó cuando llegamos a casa y pudimos volver a respirar.
Y G, qué decir de él. Dejó de llorar en el momento que me vio llorar a mí, antes de salir de casa. Nos regaló sonrisas desde abajo de su venda, que lo hace parecer un mini-Hitler, de bigotito blanco. Jugó el resto del día, comió, gateó, se trepó a todo lo que encontró. Estuvo a upa de papás, abuelos, tías, primas, contento con todos. Se dejó la venda todo el tiempo en su lugar. Incluso recién, cuando lo fuimos a despertar para darle su remedio (¡despertar a un bebé! ¡Va en contra de todas mis creencias!), intentó seguir durmiendo de todas las formas posibles, se resignó, lo tomó, y aceptó que lo devolviera a su cuna sin chistar.
¿Si me perdono? No, claro que no. No me siento la peor del mundo, pero si hoy tuviera que autoevaluarme como madre, estaría más cercana a pedir que Servicios Sociales le encontrara una mamá que supiera cuidarlo mejor. Si alguna vez les pasó, no hace falta que me explaye sobre el tema de la culpa y el dolor indescriptible que causa el dolor en un hijo. Si nunca lo pasaron, no se los deseo.
Mientras esperábamos que J acercara el auto a la puerta, llegó una embarazada con contracciones. La miré con cara de lástima, pobre, sabía lo que sufría. Pero al instante le dije a la guardia de seguridad, a esta altura ya novia de G, "Pasaría mil partos antes de volver a vivir algo como lo de hoy". Y se los juro, ¿eh? Un parto por día antes que volver a sentir que mi hijo sufre (¡por mi descuido!) y yo no puedo hacer nada más que llorar con él.
Uf nena que dia. No te preocupes, a todas nos ha pasado algun golpe de un niño. Muy bien que uno es fuerte en ese momento, al menos uno de los padres tiene que reaccionar. No te culpes, ya esta!
ResponderEliminarAyyy lloré yo tmb!!!! Y lloré simplemente porque puedo imaginarme el dolor tremendo que sentís ahora que estoy embarazada...dentro de poco será una simple anécdota y le contarás a G el susto que te hizo pasar...como mi hermana hace con mi sobrina que se abrió la pera y la ceja DOS VECES.
ResponderEliminarEspero que G se recupere pronto, miles de mimos para el chiquitito!!!!!
Hoy mi comentario no es para vos hija, es para ese sol que es J, se portó como un héroe. A veces me hace acordar tanto a tu papá cuando eras chiquita! No sólo demostró su valentía sino, que, una vez más reconfirma lo que sentimos con papá: es el mejor hombre que puede estar al lado tuyo, y una vez más sentí que le agradezco a la vida que se haya cruzado en tu camino. Absolutamente es el varón que no tuvimos por lazos de sangre, pero que ahora tenemos por el corazón. Los quiero!!! a los tres. Y mi Principito, UN GENIO!!!
ResponderEliminarSon cosas que pasan, pero que bronca cuando pasan, ¿verdad?
ResponderEliminarEspero que se recuperen pronto de todo esto, ¡una semana de vacaciones para estos papás!
Nena, qué sufrimiento! Te juro que te leí con el corazón achicharrado...
ResponderEliminarPobre cosita! Fue el jueves de la semana pasada? Me extrañaba que no estuvieras escribiendo tan seguido, ahora entiendo.
Besitos para vos, amorosa y para tu hijo y tu marido. Ya pasará.
Pobrecito G! Y pobres ustedes! Yo te entiendo porque es inevitable la culpa, pero todo chico se cae en algún momento. Mucha mala suerte el corte, los mios han tenido caídas que pensé que se quedaban ahí fritos y no les pasó nada. Me acuerdo la última de Jose, en un changuito de Sodimac, de cabeza para atrás, HORRIBLE.
ResponderEliminarBesos y que se recupere pronto!
Lu, gracias por el apoyo moral! increíble la cantidad de historias de golpes y caídas que he recolectado en estos dos días! Las madres nos hermanamos en esto, me parece...
ResponderEliminarMai, mi papá me llamó para decirme que estaba perfecto lo que había pasado, así G tenía algo que recriminarme el resto de su vida, como yo le puedo recriminar a él el ojo negro que me dejó al darme contra la puerta del auto, cuando tenía un año. Me hizo reír, y llorar más fuerte.
Madre, sé perfectamente que si algún día, por algún motivo, se termina mi relación con J, ustedes lo recibirán en su casa con los brazos abiertos. Qué me importa, yo tengo a mis suegros! jaja! Fuera de joda, yo lo sé, tú lo sabes, todos lo sabemos. No le jugué al 56 pero me gané la lotería igual.
Avril, el Anses o quien sea me pagará unas vacaciones si alego stress postraumático por golpe de hijo? Voy a probar!
Alicia, no, todo esto pasó ayer! No estuve escribiendo tanto porque le estoy tratando de dedicar más tiempo al cole, ya que la semana que viene tengo una muestra con padres (NERVIOS!). Ahora sumamos esto, re contra buen timing... Not!
Mariela, me imagino lo que debe ser en un lugar público... Todo chico se cae, sí, ya sé, no hay que dejarlos ni un minuto solos a esta edad, SÍ, YA SÉ! Ya sabemos todo, pero cuando pasa, dejás al zen y el arte de la despreocupación bien olvidado, ¿no?
GRACIAS A TODAS!!
Anita!!!! es la 1a vez en la vida que comento un blog! (va... es la 1a vez que leo un blog!) nadie mas que vos me hubiese hecho encontrarle el gustito.... pero esta vez, tengo que confesarte que LLORE mientras leia tu jueves! y me senti mal de no haberte ido a visitar! te abrazo fuerte virtualmente y maniana cuando te vea otra vez. te entiendo por lo que pasaste... que suerte que tenes de tenerlo a j para que te acompanie en esos momentos!!!!! H
ResponderEliminarH, sí, realmente J es una bendición. PARA CUÁNDO EL BLOG H??? Tiene que ser inminente, vos tenés muuuucho para contar, querida!
ResponderEliminarUff si te entiendo! Por suerte Matias no necesitò puntos... pero me sentí la peor de todas las madres cuando se cayó y yo no pude atajarlo.
ResponderEliminarEsto es lo que más me gusta de los blogs: siempre encontrás gente que te entiende de verdad!! El viento virtual nos amontona, se ve... :)
ResponderEliminar