Findesemana, o por qué sostengo que septiembre está buenísimo

Una de las cosas que más contentas me puso cuando me enteré que estaba embarazada, fue que iba a nacer en septiembre. Esto me convenía por la licencia, ya que la empalmaba con las vacaciones de verano, pero además, me encantaba la idea porque es un mes que siempre me gustó.

Es la antesala de la primavera, es el alargamiento de los días y la despedida del frío que tantos meses te encerró en tu casa. Entonces llega septiembre, llega el calorcito que todavía no agobia, y empezás a recordar cómo era eso del mundo exterior.

Fuimos a una feria en un barrio cerrado, al aire libre...

Vimos cosas lindas y bastante baratas...

Sonreimos para la cámara mientras mirábamos ropa...

Y G jugó con su prima (segunda), C.

En este lugar era la feria. ¿Entienden por qué no podría vivir en Buenos Aires?

Mi hermana dejó su cámara copada en mi casa, y yo la aproveché también el lunes, cuando fuimos a almorzar con mis compañeras del cole para festejar el Día del Maestro, en el campo de una de ellas.

Le saqué más fotos que en toda su vida, hasta que logré sacarle la miradita de costado...

Tomamos sol... (yo no, jamás, odio el sol)

Y una de las chicas se ofreció a sacarnos algunas fotos, mientras jugábamos en el pasto.

Después de comer, J me avisó que en casa estaban el padrino de G con su mujer, por lo que volvimos rápido. Y como septiembre es tan copado, hicimos una excursión a la placita aledaña, bastante entrada la tarde.

G y su padrino, que lo ama.

Incursionando en los juegos

"Hola!"

Es un genio, ¿ven? Me gana al Ta-Te-Ti!

Le dimos al mate también en la placita...

Hermana querida, olvidate la cámara más seguido!

Y Septiembre adorado, no te vayas nunca!