miércoles, 13 de julio de 2011

La calesita de la vida aplicada a las generaciones (Un post para Madre y Abuela, especialmente)

¿Escucharon hablar del Club de Leones? ¿No? Bueno no importa, basta con saber que es un club de servicio internacional, y que tiene una división, el Club Leo, para jóvenes. Si bien hoy persiste, se ve que a fines de los '70 era muuucho más grande y hacían cosas más grosas. Claro, los tiempos eran otros. Claro, la juventud está perdida.

No importa. Resulta que en el club Leo de Pilar había un muchachito rubio, muy emprendedor, súper trabajador y demasiado hinchapelotas, que un día fue a una Conferencia o no sé qué en Bariloche y conoció a una minita de rulos hechos con permanente, de la que no tengo muchos más datos, de Punta Alta (que queda cerca de Bahía Blanca, a 750km de acá), y ambos flashearon. Sin Internet, celular o siquiera teléfono de línea, se pusieron de novios, pero eso mejor lo charlamos otro día porque es largo. La cuestión es que la pareja involucrada, que a partir de ahora llamaremos Mi Papá Y Mi Mamá, se casó en 1984, y se vino a instalar a Pilar, donde nací yo exactamente 9 meses después de la boda.

Qué linda historia, que no tiene nada que ver con lo que vengo a contar.

Mis abuelos maternos, entonces, siempre vivieron lejos. Los veíamos en los largos veranos que pasábamos allá y en sus ocasionales visitas a Pilar. Mi abuela es una persona extremadamente prolija, ordenada, limpia. Y no vamos a ahondar en los intrincados mecanismos psicológicos involucrados en este asunto, pero alcanza con decir que mi mamá no es muy parecida a ella en este aspecto. Y encima se vino a cruzar con mi papá, un tipo físicamente incapaz de cerrar un cajón, o cualquier puerta de alacena o mueble que haya abierto. Imaginen qué tipo de gente puede salir de 2 personas con una alta tolerancia general al desorden. Sí, adivinaron. 3 enquilombadas, pero a extremos escalofriantes.

Por eso, los veranos en Punta Alta, si bien muy divertidos y llenos de mimos y malcriaciones de abuelos, eran también un poco un bajón. "¿Qué me querés decir con 'hay que lavar la taza después de usarla'?" "Explicame de vuelta el concepto de hacer la cama todos los días", o "¿Quéeee? ¿Ordenar los juguetes? ¿De qué estás hablando? Mañana pienso seguir jugando!" eran las frases que más sonaban en mi cabeza.
Pero así era la vida en su casa, y a medida que iba creciendo, menos me cerraba todo.

Ya de adolescente, estaba convencida de que mi abuela vivía la peor existencia posible. Pobre, presa de su propio orden. Pobre, se pasa el día ordenando y limpiando. Pobre, se hace sus propios delantales con camisas viejas. Pobre, yo nunca jamás quiero ser así.

Y abue, que sé que estás leyendo esto, espero que me perdones por esta sinceridad a destiempo, aunque creo que mis caras a esa edad te harían dar una idea de que eso era más o menos lo que pasaba por mi mente, ¿no?

No importa, porque quiero que leas con atención lo que viene ahora.

Un tiempo después de mudarme con J, caí en la cuenta de que no estaba jugando a la casita. Que esto era la vida, mi vida, y que estaba transitando mi adultez. No hubo ceremonia ni ritual para festejarlo, ya que no me casé, pero aquí estaba. Y algo en mí se activó. Empecé a darme cuenta de que no quería una vida tan desordenada como la que llevan mis papás en muchos aspectos. Quería tener todas las cuentas al día, siempre. Quería saber cuánto gastaba y en qué cosas para así poder manejar mejor la plata. Quería que cada cosa en mi casa tuviera un lugar...

Y ahí empecé a entender todo. El orden, que siempre me había parecido un embole en la casa de mi abuela, le evitaba frustraciones, enojos y sobre todo, grandes pérdidas de tiempo diarias. Ella siempre sabe dónde está todo en su casa, entonces localizarlo no le lleva nunca más de dos minutos. Además, digamos, en una casa ordenada hay menos 'contaminación visual'; uno entra y está relativamente en calma. Ni hablar de las visitas inesperadas: qué placer no tener que excusarse o inventar motivos urgentes por los que la casa se ve así!

Yo admiro a mi abuela. Yo quiero ser como ella, quiero manejar mi casa como lo hace ella. No quiero ahora que mi mamá se ofenda (me siento un malabarista!); todos los años que viví en su casa fui muy muy muy feliz. Era lo que necesitaba en ese momento, un hogar cálido, enquilombado pero abierto a todos, donde se podía traer cosas y amigos y dejar los juguetes porque total mañana sigo jugando.

Pero ahora soy mamá, soy ama de casa de medio (o un cuarto de) tiempo, y me veo más reflejada en mi abuela. Me duele no tenerla cerca, que no pueda ser ella y no una profesora desconocida quien me enseñe a coser, no poder aprender todos los días los miles de trucos simples y cotidianos que descubro en su casa cada vez que voy, ahora que la veo con ojos tan distintos.

No quiero enloquecer a G con el orden, tampoco. Quiero darle las herramientas para que después él viva su vida como mejor le parezca, y quiero respetar sus decisiones. Me gustaría transmitirle esta noción que a mí me llevó tantos años entender. Vivir ordenadamente no es sacarle la diversión a la vida, es correr del medio todas esas cosas que obstruyen la paz, hacerlo rápida y mecánicamente, para después tener más tiempo para divertirnos!

No sé si me saldrá. No sé si a G le interesará mi filosofía, o si ni siquiera se dignará a escucharla, pero hoy por hoy me tranquiliza saber que me considero lo suficientemente adulta para blanquear esto con las dos influencias femeninas más importantes de mi vida, intentando no herir a nadie. Y encima, saber que tanto mi mamá, que es joven y canchera, como mi abuela que ya no es taaan joven pero es tan canchera como para tener notebook, router y wi-fi, me están leyendo, me llena de alegría.

Porque las dos siguen al lado mío, incondicionalmente, y porque aunque me cueste tanto decirlo, por acá me animo a asegurarles que las quiero con el alma.

5 comentarios:

  1. Las abues cancheras son lo más, la mía tiene celular y PC, aunque no internet, TODAVÍA.
    Mi casa también es un quilombo...

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  2. Que lindo lo que decísss! En mi flia somos todas las mujeres un bolonqui considerable y yo estoy empezando a darme cuenta de todo lo que relataste vos...que no está tan bueno ser TAN desordenada, pero bueno...me falta poner en práctica eso que se llama orden jaja

    Besito!

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  3. Que tema el orden!!
    Yo soy rara: soy desordenada en algunas cosas, pero en otras no soporto las cosas fuera de lugar.
    Hay dias que no me banco el desorden en ningun lado y ordeno todo, claro, despues no encuentro nada porque esta en el lugar que deberia estar y no en el que suele estar. jaja

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  4. Yo creo que el equilibrio siempre es lo mejor. Ni el quilombo total ni el orden estricto. Como soy muy fiel a mi misma, hay días que mi casa es Kosovo, y otras que parece un cuartel, jajajaja
    Hablando en serio, no soy naturalmente ordenada, o sea no e sale guardar todo cada vez que lo termino de usar y demases, pero no puedo ver platos sucios (a lo sumo los voy escondiendo en el lavavajillas, jajaj) ni la cama sin hacer.
    Supongo que tener una madre parecida a tu abuela me dejó ciertas enseñanzas que mi natural desorganiación no pudo resistir.
    Pero lo que intento porque como a casi todo el mundo me gusta ver mi casa ordenada, es que mi casa sea facil de ordenar (y de limpiar, pero ese es otro tema). Por ejemplo mi mamá en vez de alacena en su casa (mi casa de chica) tiene una despensa, sí comodísimo en cuanto a dimensiones, pero cada vez que cocinás hasta que buscás y después guardás todos los ingredientes caminaste como diez cuadras. Cuando era chica los juguetes se guardaban en estantes algunos, en cajones otros, y así con MC tengo un baúl y de última se mete todo ahí y así es mucho más fácil guardar y que quede todo ordenado. Los cajones trato de no llenarlos más allá de las tres cuartas partes, mi madre en cambio los llena a tope "porque hay que aprovechar el lugar" y así guardar la ropa limpia en un cajón era una pesadilla y por algo no se guardaba tanto como debía guadarse. El cesto para la ropa sucia se pone en la zona de dormitorios o baños donde uno se saca la ropa sucia y listo, en cambio mi madre lo tenía en el lavadero, y de más está decir que uno se olvidaba o le daba fiaca llevar la ropa sucia hasta allí a diario después de bañarse. Y así con mil cosas. Por eso estoy convencida que planificar bien dónde va cada cosa y que el orden sea funcional es fundamental aunque no se aproveche tanto el espacio o quede más lindo de otra manera.


    Besos!

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  5. Chicas, veo que es complicado balancear el deseo del orden - la voluntad de ordenar - la capacidad innata para llevar adelante una casa organizada...

    Lola, eso es exactamente a lo que yo apunto: que la casa sea low-maintenance, que ordenar todo me lleve 10 minutos en piloto automático. Voy hacia ello!

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