Yes

Como todos recordarán, J y yo nos casamos en septiembre. Y por si no lo sabían, la fecha coincidió con nuestro tercer aniversario de convivencia. Así que, como les pasa a la mayoría de las parejas hoy en día -al menos, las que tengo a mano-, al momento del casorio, no necesitábamos ollas y juegos de living. En realidad, no necesitábamos nada. Pero como la gente es buena, generosa, cariñosa, o tiene la sanísima costumbre de regalar cosas para eventos especiales como este, todos insistían con que nos querían hacer regalos.

¿Y quiénes somos nosotros para negarles tamaño placer? Así que accedimos, casi a la fuerza, a dejar que nos regalaran plata. Obvio que jamás me imaginé que nos iban a regalar lo suficiente como para empezar a pensar en el sueño de mi vida: conocer Estados Unidos. 

Cuando yo digo que es mi sueño, no es joda: es, literalmente, mi sueño recurrente. Me digo "Wow! Estoy acá, no lo puedo creer!" Pero, como nunca fui, siempre me desilusiono. ¿Esto es New York? ¿Esto es Disney? Porque claro, lo más copado que conozco es el Parque de la Costa, y en mis sueños, Magic Kingdom no es más que eso... en realidad, por algún motivo, es bastante menos. Entonces me levanto y, aliviada, me doy cuenta de que no, de que no es así, de que todavía no fui, de que no me voy a desilusionar así el día que lo haga...

Y aunque les juro que no me lo creo, no me cierra de ninguna manera, no hay forma de que sea real, parece que sí. Ya tenemos los pasajes de acá a NY, donde vamos a pasar unos pocos días, de ahí a Orlando, para conocer OMG Disney! -Y algún otro, ponele, ¿sabían que hay una réplica del universo Harry Potter? Me muero muerta acá mismo-. Después, la idea es llegar de alguna manera a Miami, porque de ahí sale el avión de vuelta a NY, para volver a Argentina.

A ver. Todo esto será la versión más gasolera que se puedan imaginar del antedicho viaje. Para empezar, en NY nos vamos a hospedar en el YMCA, un hostel bieeeen básico, donde, entre otras cosas, compartiremos baño! Y a mí qué me importa, voy a ir a ver una obra de Broadway, por mí estaría bien quedarme abajo del puente de Brooklyn.

Por eso, necesariamente, habrá que hacer algunos ajustes a nuestro estilo de vida, que si bien no tiene lujos, sí tiene algunos gustos que tendremos que reinventar. Ya les iré contando...

Por si alguien quiere saber, no, no nos vamos con G. Él se va a quedar con mi mamá, pero seguramente andará en tour de visita por las casas de sus dos familias, más las de mis amigas. Es lo más difícil de todo el tema, por supuesto, pero es la única manera de hacerlo. Se imaginan que a un nene de 2 años no lo puedo llevar al YMCA, y no hay presupuesto para otra cosa. Con J lo tomamos como nuestra luna de miel -de hecho, es nuestra luna de miel-, y, aunque ya sabemos lo jodido que va a ser dejarlo, lo vamos a hacer igual. Y prometimos solemnemente que, en cuanto volvíamos, nos poníamos a ahorrar peso a peso, o dólar a dólar si podemos, para que algún día G pueda hacer el mismo viaje, o mejor, con quien él elija. 

Judge away, my friends. La decisión está tomada... Y yo todavía sigo sin caer.