domingo, 24 de marzo de 2013

Irreconocible

Me atrevo a escribirlo ahora porque incluso si mañana mismo se corta, hoy cumplo 8 días de irreconocibilidad. Supongo que esa palabra no existe, bueno, no importa, se las regalo.
Estoy que no me reconozco a mí misma porque me ha pegado la onda del armado del nido muy prematuramente, se ve. Ataco cajones y estantes y rincones varios sin piedad, te quedás quieto y te ordeno. Soy implacable, tiro todo lo que no sea imprescindible. Lavo los platos segundos después de terminar de usarlos, el canasto de la ropa está semi vacío, en fin, esos detalles que para el común de los mortales son básicos y dados pero para mí son motivo de orgullo infinito.

Me sigue preocupando cómo vamos a hacer para organizar la ropa de 3 en el cuarto que ahora es de Geno. Hasta el momento, él y Javi comparten ropero mientras yo disfruto de uno enorme y cómodo en mi cuarto... ¿pero ahora? Ok, son 3 hombres, tienen menos cosas, pero... ¿1 para 3, cuando yo tengo uno más grande para mí sola? Hasta a mí me hace ruido. Obviamente Javi jamás se detuvo a pensar en esto así que el tema no está planteado, pero en algún momento va a llegar y temo por el futuro de mis estantes para zapatos...

Estos primeros fríos me están haciendo pensar que ya es momento de archivar las polleras y vestidos, y pasar a la ropa de invierno. Error! La ropa del invierno pasado ya no me entra, o ya no tan cómodamente, y es hora de volver a mi look pregnant Winter 2010: calzas, calzas y más calzas. Ah, y pantalones de maternidad, qué delicia. No quiero, me niego, quiero no tener que disfrazarme de lo que pueda diariamente por al menos, no sé, 1 o 2 meses más? Pero para eso debería empezar por dejar de comer Nerds en este mismísimo momento, por ejemplo, y todos sabemos que eso no va a suceder.

No comenté en su post en ese momento -cada vez comento menos en general- pero la TOC en la que convertí estos últimos días adoptó, además, el mantra que posteó Marina hace unos días:


Así que ando como una boluda feliz lavando la ropa con alegría, ordenando cajones llenos de mugre con alegría, haciendo la cama con alegría, yendo a reuniones de padres con alegría. Al menos tengo la infinita suerte de tener un marido que nota y valora todos estos cambios minúsculos.