lunes, 18 de marzo de 2013

Mamás

Pienso en este bebé -al que todavía no siento moverse, y eso me mata de ansiedad- y pienso en qué mamá distinta que la de Geno le tocó. Se parecen en muchas cosas, es verdad, pero a esta que soy ahora hace mucho se le perdió algo que la otra tenía de sobra. Me gustaría llamarlo inocencia, pero tampoco me la creo tanto. Aunque algo de eso debe haber, y me refiero a que ya no soy tan naif con respecto a la madre que quiero ser. Ya sé que parir no me va a dar superpoderes que me enseñen a mantener una casa en orden y comida casera en la mesa. Ya sé que los kilos no van a desaparecer a la semana. Ya sé que lo más probable es que jamás le haga escuchar esos cds de música relajante o lo que sea para bebés. Never. No time.
Ya sé que voy a tener momentos de desesperación aguda y etapas de malhumor crónico. Ya sé de qué me voy a quejar. Ya sé que nunca voy a sentir celos o desapego cuando alguien quiera tenerlo a upa toda la tarde. Es más, diría que todo lo contrario.
Pienso en esa Ana embarazada modelo 2010 y me da ternura. Pobrecita, se había comido todo el BabyCenter, además de toda harina que tuviera la mala suerte de cruzarse en su camino. Estaba convencida de que la vida con bebés era una publicidad de Huggies y que esto era tan simple como estudiar y aprobar un final. La pobre.
La mamá de Geno se creía el ombligo del mundo, y qué duro fue darse cuenta de que eso se había cortado junto al cordón umbilical. La mamá de Vitto ya dejó esos delirios de grandeza de lado hace mucho, pero ahora se preocupa pensando qué va a pasar cuando su mundo tenga dos ombligos alrededor de los cuales girar.
La mamá de Vitto ya sabe muchas cosas, y teme millones de otras. Pero es realista, sabe que el caos va a reinar por mucho tiempo, que la gran mayoría de las cosas estarán fuera de su alcance, y que, aunque no está bien que así sea, sí es normal. Y, como no me canso de repetir, sabe que esto, también, pasará.

1 comentario: